Sin dudas existen alimentos que son más atractivos que otros. Preferimos quizás una pizza antes que un puré de verdura, o un sánguche de milanesa antes que un pollo hervido. Las harinas juegan un papel importante en esa elección, pero ¿por qué las preferimos?
El secreto para cuidar tus suculentas y cactus con harinaLas harinas, explica la nutricionista Cecilia Garau, “compiten en el cerebro de la misma manera que lo hace la droga”, y aunque la expresión suene un tanto exagerada, los procesos químicos nerviosos que se producen al consumirla dan fe de esto. Las harinas blancas, el azúcar y las grasas refinadas son ese listado que puede generarnos volver una y otra vez a elegirlos.
Las harinas y un efecto similar a la droga: ¿por qué son tan adictivas?
Las harinas refinadas y los azúcares son particularmente adictivos y esto se debe a que este tipo de alimentos provocan que se libere dopamina, un neurotransmisor que emite la señal del placer. Estudios científicos han demostrado que al ingerir hidratos de carbono, el área o sistema de recompensa de nuestro cerebro aumenta los niveles de dopamina, por lo que la persona experimenta más satisfacción.
Y al igual que los narcóticos, las harinas refinadas provocan que cada vez necesitemos más de ellas para alcanzar esa sensación de placer. Cuando los carbohidratos desaparecen y detenemos su suministro, las dopamina disminuye a niveles muy bajos o nulos, provocando una serie de reacciones físicas que componen al síndrome de abstinencia.
Síndrome de abstinencia: ¿hasta dónde puede llegar la adicción a la harina?
El síndrome de abstinencia es ese conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se producen cuando una persona deja de consumir una sustancia a la que su organismo se ha vuelto dependiente. En él se puede experimentar cefaleas intensas, irritabilidad, fatiga, desgano, náuseas y cansancio. Estos síntomas pueden durar entre dos y siete días.
Para evitar llegar a este estado extremo, los expertos en nutrición recomiendan incorporar todos los grupos de alimentos e ingerir comidas que sean verdaderamente nutritivas, como carnes, verduras, frutas, huevos, legumbres, lácteos y semillas. Además debemos tener en cuenta la calidad de las harinas que consumimos, optando por aquellas integrales, que contienen el salvado y el germen del cereal, por sobre las refinadas.